Orula apostó con Olofin a que el maíz tostado paría. Olofin estaba
seguro de que ello era imposible, por lo que aceptó la apuesta en el
convencimiento de que la ganaría. Pero Orula llamó a Eleguá y a Shangó y
se puso de acuerdo con ellos para ganarle la apuesta a Olofin.
El día acordado, Orula acudió con un saco de maíz tostado y lo sembró en
el terreno escogido por Olofin. Después, ambos se fueron para el
palacio de Olofin a esperar el tiempo necesario. Esa noche Shangó hizo
tronar en el cielo y ayudado por la luz de los relámpagos, Eleguá cambió
todos los granos por otros en perfecto estado.
Pasaron los días y una mañana Olofin le dijo a Orula que irían a ver si
su dichoso maíz tostado había parido o no. Como ya los granos que Eleguá
había puesto comenzaban a germinar, Olofin se quedó muy sorprendido y
tuvo que pagarle lo apostado a Orula, el que luego, en secreto, lo
compartió con Shangó y Eleguá.
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