Iginua era un hombre muy pobre, aunque era un príncipe del reino de los
Edos. Él escapó de su casa cuando perdió el amparo de su padre, el rey
Olua. Además los Edos no le habían dejado dudas al rey Olua de que no
aceptarían a su hijo mayor como rey de ellos. Él quedó tan desalentado
con esto que decidió ir al exilio donde languideció en una vida de
abyecta penuria.
Para borrar todas sus relaciones con Benin, se cambió el nombre de
Iginua por Ogbomodu. Finalmente, se estableció en la tierra de Akoko,
donde se encontró un sacerdote de Ifá llamado:
"Ojokpa, ekia kon
Omo aka konjo
Odafa fun Ogbomodu
Li iraran omo keya okun oreje."
Su apodo se convirtió luego en el del que alimenta a las aves en
cautiverio. Le aconsejaron que rogara su cabeza con un guineo y que se
vistiera como un cacique antes de hacer el sacrificio.
Le aconsejaron que sirviera a Eshu con un chivo, él hizo los
sacrificios, pero siguió siendo pobre. Mientras tanto, la guerra
estallaba entre Akoko, donde él vivía y la colindante Ekiti.
La gente de Akoko fue derrotada y Ogbomodu fue uno de los prisioneros
de guerra llevado por las fuerzas victoriosas a Ekiti. Luego, fue
vendido como esclavo.
Cuando el Ewi de Ado pidió que se comprara un
esclavo para su festival anual de la cabeza, Ogbomodu fue llevado a la
casa real de Ado. El Obá observó que el esclavo parecía demasiado bueno
para ser usado en el sacrificio.
Entonces le quitaron las cadenas y lo soltaron para que sirviera como
criado en la casa real.
El Obá quedó tan satisfecho con su lealtad,
inteligencia y elocuencia que fue nombrado para servir a la cabeza del
rey en los festivales anuales.
Cuando llegó la hora de servir a la cabeza del Obá, Ogbomodu se vistió
como cacique para la ceremonia. Él hizo el trabajo muy diligentemente.
Después de rogar la cabeza del Obá, le dijeron que tomara asiento y
rogara su propia cabeza.
En sus propias oraciones, él le imploraba a su cabeza que lo condujera a
su meta en la vida. Al oír sus oraciones, el Obá lo miraba,
preguntándose a qué otro lugar él quería que su cabeza lo llevara, más
allá de la enaltecida posición que él ocupaba en su corte. Al día
siguiente, el Obá ordenó que lo amarraran y lo revendieran como
esclavo.
La tradición le imponía al Obá la no ejecución del hombre que había
brindado su cabeza. Esa es la razón por la cual fue condenado a servir
como esclavo.
Fue llevado al mercado de Ekue, ahora llamado Akure, donde fue comprado
como esclavo para ser utilizado para rogar la cabeza del Odezu (Deji de
Ekue). Una vez más sirvió en la casa real de Deji de una manera
satisfactoria y fue liberado de la esclavitud para que sirviera a la
cabeza del Obá.
Una vez más, después de servir a la cabeza del Obá, le dijeron que
rogara su propia cabeza. A pesar de lo que le había sucedido
anteriormente, volvió a orar a su cabeza para que lo condujera a la
realización de su destino.
Al instante, el Obá no pudo esconder su furor. Le preguntó a que otro
destino esperaba que lo llevara su cabeza, más allá de la posición de
privilegio que se le había dado en la corte.
De nuevo fue encadenado
bajo las órdenes del Obá y vuelto a vender como esclavo.
Tal como el destino lo quiso, repitió la misma experiencia en la familia
real de otros trece Obás, incluyendo la casa real de Ijero, Ilara,
Orogun, fe, Abeokuta, Owu, Owo, Ijebu, Ijesha, Ondo, hasta que
finalmente fue vendido al Palacio real de Obá Ado Ajuwaleke. Él había
completado con esto el círculo completo de regresar encadenado a la
tierra a la cual había jurado que nunca regresaría.
Cuando él llegó a Benin, justamente antes del festival Igue, nadie pudo
reconocerlo como el príncipe heredero que había dejado Benin con el
nombre de Iginua. Fiel a los dictados de su destino, volvió a ser
nombrado el hombre que servía a la cabeza del Obá. La tradición
demandaba que, después de rogar la cabeza del Obá, tenía que rogar la
suya también una vez más. Él le rogó a su cabeza que lo llevara a su
destino final, cuya oración enojó al Obá de Benin.
A la mañana siguiente, el Obá invitó a los herreros a que midieran la
altura de Ogbomodu para que fundieran un ataúd de bronce para que lo
acomodaran a su tamaño, el Obá también invitó a los ferreteros (Owina) y
les ordenó que produjeran los pernos en forma de U afilados y
puntiagudos indispensables para clavarlos en el ataúd. El ataúd junto
con los pernos fue fabricado y decorado con ornamentos.
El interior del
ataúd fue decorado con tela blanca puestas en línea y luego le ordenaron
que se acostara dentro de él.
Lo envolvieron con otra tela y cubrieron el ataúd con su tapa. Uno de
los pernos fue clavado en la posición que se encontraba la cabeza y los
demás fueron colocados en las posiciones de su pecho, abdomen y pies.
Él
iba a ser ofrecido para sacrificio a la divinidad marina, que se
suponía estaba muerta.
Sin embargo, ya era hora de que Eshuse pusiera en función, a causa de su
macho cabrío. Mientras los pernos eran clavados, Eshu insertó una
membrana pedregosa entre la piel de Ogbomodu y la tela utilizada para
envolverlo, que tenía el efecto de inclinar las agudas puntas de los
pernos antes de que hicieran impacto en su cuerpo.
Por medio de la intervención de Eshu, ninguno de los pernos pudo tocar
su cuerpo. Luego, el Obá ordenó que el ataúd debía ser arrojado al mar
Olokun.
Mientras tanto, los Iweres o Ighan (ahora Itsekiris) suplicaban con
grandes ansias tener su propio rey.
Se les había dicho en la adivinación
anterior que vendría a ellos un rey a través del agua porque se les
había prohibido nombrar a ningún hijo de Ighan como rey.
Ellos habían
hecho varios sacrificios a su gran río, para que la divinidad del agua
pudiera enviarles un rey.
Con tal propósito habían hecho sacrificio con 14 animales diferentes y
201 materiales inanimados.
Cuatro días después del sacrificio, los ancianos estaban realizando un
ritual especial a orillas del gran río, cuando vieron un enorme objeto
flotando en el agua. Lo sacaron y lo abrieron con un hacha. Mientras la
abrían, oyeron una voz que venía de la caja, pidiéndoles que la
rompieran con cuidado.
Cuando quitaron la tapa, vieron la cara de un
hombre joven y apuesto que pestañeaba. Cuando vieron que se trataba de
un adulto, le agradecieron al mar por la manifestación de sus deseos y
sacrificios por obtener un rey.
Fue llevado en hombros en procesión de danza a través del pueblo
anunciando que había llegado un rey acuático (Ogiamen). En la siguiente
ceremonia de coronación, él escogió personalmente ser coronado con el
título de rey del agua u Ogiamen. También decidió retomar el nombre
original de Iginua o Iginuwa, que fue el nombre que su padre le dio
cuando él nació, antes de que se fuera al exilio voluntario.
Tres años después de su coronación él decidió rendir homenaje a su
padre, el rey Olua de Benin. Antes de eso envió, un mensaje para que le
dieran como regalo dos gallos y dos gallinas y 6 bolsas de canutillos
para el rey de Benin. Cuando le dieron de comer maíz a las aves, estas
se negaron a tragárselo.
Los mensajeros les amonestaron, revelándole
que las aves se alimentaban de canutillos, por lo cual se enviaban 6
bolsas que ellos habían traído.
Los mensajeros notificaron al Obá de Benin el nombramiento de un nuevo
Ogiamoen de los iweros. El Obá dio su bendición pero rechazó las aves a
la vez que aceptaba los canutillos.
Posteriormente el rey de los iweros se vistió con un traje adornado de
abalorios y con una corona adornada de la misma forma para visitar al
Obá de Benin. Cuando los beníes lo vieron, se preguntaban que rey era
aquel que vestía de forma tan lujosa como nunca antes habían visto.
Él se presentó a sí mismo como el Ogiamen de Ighan. Luego le preguntó al
Obá de Benin si podía reconocerlo y le contestó que no. Se quitó su
corona y se identificó a sí mismo como Ogbomodu que quiere decir "si la
cabeza no llega a su destino, no se detiene". Consecuentemente, el Obá
recordó que aquel era el hombre que fue sujetado con clavos dentro del
ataúd y lanzado al gran río. Entonces el Obá tocó su cabeza con la suya y
exclamó que verdaderamente "no hay coraza contra el destino y que
ninguna nube puede borrar la huella del destino".
Hubo conmoción final para el Obá cuando más tarde el Ogiamen se presentó
como su hijo mayor que se había impuesto el mismo el exilio varios años
antes. Entonces les contó sus hazañas, las cuales lo condujeron a los
Palacios de los quince reyes del mundo conocido antes de llegar al
Palacio de su padre, donde finalmente pudo realizar su destino en una
nueva tierra mas allá de las aguas.
Mientras él narraba su historia, el Obá lloraba a la vez que lo
abrazaba, dando las gracias a Dios y a sus antepasados por estar vivo
para poder ser testigo del acontecimiento ocurrido ese día. Entonces
entró al Palacio y le dio la vara de autoridad real o isemwen righo la
cual usan todos los reyes de Warri hasta el día de hoy.
Estando todos sus jefes reunidos, su padre le dijo que se pusiera de
pie. Después, él se levantó y le entregó formalmente el título de Olua
Namen o Rey Olua de Agua.
La importancia que conlleva el título era que
le daba a su hijo la jurisdicción correspondiente sobre el área ribereña
llamada Iwere. De este modo, Iginua quedó reconocido como el Olua de
Iwere y finalmente se realizó su destino. Olua fue abreviado con el
pasar de los años quedando el Olu o Iwere y fue cambiado por los
exploradores por Warri.
El sonido del tambor que anunciaba su entrada a Palacio era tan
melodioso que, a pedido del rey Olua de Benin, ellos intercambiaron
tambores. Esos dos tambores son los que los beníes llaman emedo Emighan
neguegbero, que se tocan en las ceremonias realizadas en Benin hasta el
día de hoy.
Cuando este Odu se manifiesta en Ugbodu, debe decírsele a la persona que
su destino se realizará después de sufrir por largo tiempo y que su
prosperidad no está en su tierra natal sino muy lejos de su hogar. El
debe servir a Eshu y a su cabeza para acelerar la realización de sus
aspiraciones.
En la adivinación, debe decírsele a la persona que ruegue su cabeza con
un gallo para que pueda perseverar para recibir la suerte que debe
venir. Él no debe reaccionar con violencia ante ningún revés
transitorio.