Ogbesá era un hombre reputado por su rectitud, buen carácter y espíritu
de solidaridad con los demás. El rey, que estaba envidioso de su
reputación, ideó una manera de avergonzarlo. Fue así que se le ocurrió
organizar un torneo en su palacio y conceder tres premios a los
ganadores. Como sabía que Ogbesá no tenía caballo, pensó que no podría
competir y la gente se olvidaría de sus virtudes con la noticia de los
triunfadores.
El día señalado para el torneo, Ogbesá, estaba muy triste, se fue a
orillas del mar y allí se puso a comer un pedazo de pan. Como vio unos
patos, se le ocurrió arrojarles unas migajas de su pan y entonces llegó
Yemayá, quien al verlo tan triste y a la vez tan noble con sus animales
preferidos le preguntó qué le pasaba. Ogbesá le contó y la dueña del mar
le dio un caballito para que fuera al torneo. Por el camino el
caballito fue creciendo.
Ogbesá llegó a tiempo al torneo y de los tres premios obtuvo dos. El rey
envidioso, tuvo que reconocer la superioridad de su súbdito y le hizo
moforibale.
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