La muchacha más linda de la región era Yeyé. Todos le decían: “Cásate
conmigo”, pero no respondía, se sonreía y caminaba con esa gracia en las
caderas que sólo ella tiene. Era tal el acoso, que su madre le dijo un
día a los enamorados: “Mi hija tiene un nombre secreto que nadie conoce.
El que lo averigüe, será su esposo.”
Uno de los enamorados era Orula
u Orunmila, el dios de los oráculos. En esta oportunidad él no podía
averiguar cómo se llamaba la linda muchacha. Entonces le pidió ayuda a Eleguá
y le dijo: “Averigua el nombre de la muchacha que tiene rotos los
corazones de los hombres. Sólo tú, que eres tan hábil, puedes
conseguirlo.”
Disfrazado unas veces de viejo, otras de niño y hasta fingiéndose dormido, Eleguá estaba siempre cerca de la casa de Oshún,
procurando averiguar cuál era el nombre. Como la paciencia tiene su
recompensa, un día la madre, que jamás decía el nombre en voz alta, la
llamó diciéndole: “Ven acá, Oshún.” Eleguá oyó el nombre y se dijo:
“Oshún es su nombre secreto.”
Sin pérdida de tiempo, se reunió
con Orúnmila y le contó lo que había sucedido. Aquel, que ya por esa
época era un babalawo muy respetado, fue a donde estaba la madre de la
muchacha y cuando estuvo reunido con las dos, dijo: “Vas a ser mi
esposa, porque sé tu nombre: te llamas Oshún.”