El tiempo pasaba y cada día Shangó traía a su mente a oggún, ya que no
podía olvidar que por su felonía, había sido criado prácticamente como
un huérfano, hasta que un día se vistió de guerrero y montado en su
caballo se fue hacia las posesiones de Oggún. Este estaba casado con
Oyá, quien al ver a Shangó se quedó enamorada de él; Shangó correspondió
a las palabras amorosas de Oyá y se la llevó mientras Oggún se
encontraba trabajando; el interés de Shangó era vengarse de la felonía
de Oggún; como éste bebía mucho y era muy revoltoso, no le fue difícil a
Shangó hacer que Oyá se fuera con él. Shangó se llevó a Oyá a casa de
Dadá; ésta tenía a Shangó como a un hijo y él a ella como a una madre;
después de Obatalá, ella era la única persona a quien obedecía. Al saber
Oggún que Shangó se había llevado a Oyá, le declaró la guerra de nuevo,
Así pasaron los días, Shangó antes de irse por la mañana, al combate,
tan pronto se levantaba, iba adonde estaba el güirito y metiendo un dedo
se hacía una cruz en la lengua, cosa esta que veía Oyá; un día hizo
igual cuando Shangó salió por la mañana; al salir Oyá de aquel sitio fue
a llamar a Dadá y le salió candela por la boca; se asustó de ella misma
y se echó a correr metiéndose en una Palma hueca que había allí cerca,
como lo hacía Shangó, aunque éste no corría. Dadá, al ver que el tiempo
pasaba y no veía a Oyá, desde casi una hora antes, la llamó; pero Oyá
aunque oía, no se atrevía a contestar.
Andando Dadá notó que
el güirito de Shangó estaba en distinta posición a como él siempre lo
dejaba; movida por la curiosidad fue a enderezar el güirito, y con la
idea de saber qué tenía dentro metió el dedo por el agujero y tocó,
aunque nada vio, siguió buscando a Oyá y distraídamente se pasó el dedo
por la lengua; como a cada instante llamaba a Oyá, lo hizo, y también a
ella le salió candela por la boca. Asustada, Dadá salió corriendo y se
metió en el mismo hueco de la Palma donde estaba Oyá, las dos mujeres se
abrazaron y de allí no se atrevieron a salir. Cuando Shangó regresó a
su casa llamó a Oyá y a Dadá, ninguna apareció; se dirigió adonde estaba
su güirito y vio que no estaba como lo había dejado, por lo que fue
entonces a la Palma donde él se metía y allí encontró a las dos,
regañándolas.
Oyá no le hizo caso y le dijo:
Oggún
se preparó mejor en esta ocasión para la guerra y ya Shangó estaba
perdiendo, cuando Oyá que estaba viendo la batalla desde lo alto de una
loma comenzó a gritarle para prevenirlo y de su boca en vez de palabras,
salieron grandes llamaradas de candela, aprovechando la confusión que
esto había provocado entre los hombres de Oggún, bajó y se situó al lado
de Shangó, obligando con las llamaradas a ponerse en retirada a los
hombres de Oggún.