Orula tenía tantos enemigos, que todos los días se veía obligado a andar
en trajines de sacrificios para buscar el favor de los orishas. Pero
mientras más hacía, más enemigos le aparecían. Un día, Oyá fue a verlo y
le dijo:
Consígueme dos canastas y una guadaña y si lo que yo voy a hacer da resultado, me conformo con que me regales una gallina.
Con los implementos que había solicitado, Oyá salió a la calle y comenzó
a cortarle la cabeza a todo el que era enemigo de Orula.
Al ver aquello, Orula le pidió que detuviera la matanza ya que él no estaba de acuerdo con el método. Oyá le respondió:
Está bien, yo me detengo; pero tienes que pagarme lo prometido, porque
cuando uno tiene tantos enemigos no hay otra solución, al menos, que yo
conozca.